1.  ¿ESTAMOS FRENTE A UNA ENFERMEDAD?

Últimamente hemos observado algunas conductas que no sabemos cómo calificar. Nuestra hija esta haciendo una dieta que no difiere mucho de la que hace su compañerita de la escuela. Tal vez esté menos comunicativa, no quiera compartir con nosotros las comidas o pase demasiado tiempo en el gimnasio. Pensamos que estas actitudes de por sí no tienen por qué alarmarnos. Además, muchas veces minimizamos algunas señales que advertimos. No cabe duda de que preferimos que “todo esté bien” y seguimos actuando como si así fuera.
En realidad, aquí viene bien un consejo al que debe tenerse en cuenta.

Consultemos con un especialista. Es el camino más seguro para preservar la salud.

 2.  ¿SE TRATA DE UN CAPRICHO?   

Esto es lo que comunmente se preguntan los padres y creen que seguramente debe ser así.

Estamos ante una hija que se ha comportado siempre “como es de esperar”, no ha traído problemas en casa, y ahora repentinamente tiene actitudes inesperadas para nosotros.

Ha cambiado el carácter, a veces es hostil o agresiva, y la armonía familiar se resiente.

Prestemos atención a estos cambios. Observemos detenidamente su conducta.

3. ¿SERÁN PROBLEMAS DE ADOLESCENCIA?

Pensamos que esta situación se revertirá con el paso del tiempo, que es solo circunstancial.

Su interés por “estar flaca” no difiere del común de las personas. Todas las chicas están a dieta.

“Son cosas de la salud”, pensamos. ¿Por qué no colaborar entonces preparándole la “comida especial” que nos pide?.

Nos evitaremos disgustos y la complaceremos.

¿Qué tiene de malo?

La dieta es la puerta de entrada a la enfermedad- No la abra.

4. ¿ QUÉ HICE MAL PARA QUE ESTO PASARA?, ¿ QUIÉN TIENE LA CULPA?

Hemos llegado al punto en que la situación es casi insostenible. No sabemos qué nos pasa, qué le pasa a nuestra hija, a nuestra familia.

Pensamos que todo es un caos, pero no sabemos qué nos pasó.

Entonces nos preguntamos ¿Qué hicimos mal?, ¿Dónde fallamos?. No se atormente, reflexiones, usted es un buen padre y ha hecho lo mejor que ha podido.

No se sienta culpable. Busque ayuda especializada.

Ha cambiado el carácter, a veces es hostil o agresiva, y la armonía familiar se resiente.

Prestemos atención a estos cambios. Observemos detenidamente su conducta.

5. SI HABLO CON MI HIJO, ¿ENTENDERÁ Y CAMBIARÁ DE ACTITUD? 

Este es uno de los últimos intentos por revertir la situación. Lamentablemente, no da resultado. Nuestro hijo no reconoce estar enfermo, no tiene conciencia de enfermedad, por lo tanto no quiere curarse. No debemos esforzarnos en este sentido.

El mejor camino es buscar una solución efectiva. Volvamos entonces al primer consejo: Consultemos a un especialista. Es el camino más seguro para preservar la salud.

6. ¿MI HIJO PADECE DE ANOREXIA?   

En general los padres nos preguntamos si algunas conductas de nuestros hijos son en realidad “caprichos de adolescentes”, si obedecen “a una crisis de crecimiento” o si “son comunes a todos los chicos”.

Muchas veces no asociamos algunas actitudes que aisladamente no son importantes, pero que en su conjunto pueden conformar una Patología Alimentaria grave: la “ANOREXIA NERVIOSA”.

Resumiremos brevemente algunas alteraciones físicas que la enfermedad produce, actitudes frente a la comida típicas del anoréxico,  y también conductas sociales propias de la enfermedad.

Es oportuno señalar que quienes padecen Anorexia Nerviosa no reconocen estar enfermos, tienen un miedo intenso a aumentar de peso y “se ven” gordos.

Estas tres razones básicas se potencian y dan como resultado una obsesión por adelgazar que no tiene límites.Es necesario entonces aprender a detectar la enfermedad.

No olvidemos que conocer la Anorexia Nerviosa y el sufrimiento de quienes la padecen es el primer paso para combatirlas.

7.¿ MI HIJO PADECE DE BULIMIA?

La BULIMIA NERVIOSA es una enfermedad que ha sido llamada ” el secreto que mata”.Es muy difícil detectarla ya que en la mayoría de los casos no existe un bajo peso significativo que nos llame la atención, como en el caso de la Anorexia Nerviosa. Las conductas patológicas “altamente secretas” de los que la padecen no permiten percibir con facilidad una señal de alerta que nos indique una posible enfermedad.

“El comer a escondidas” nos impide contactar un acto de voracidad.

“El atracón” es una conducta que se practica en soledad.

El abuso de laxantes, diuréticos o anorexígenos también se oculta.

Si el dinero está a mano, no sólo se pueden comprar medicamentos o productos adelgazantes, también se puede comprar comida o golosinas, o tal vez ser un asiduo visitante de restaurantes, heladerías y kioscos donde una total falta de control pone de manifiesto la enfermedad.Pero ¿quién detecta estas conductas?

El bulímico nos esconde su proceder. Frente a nosotros come  normalmente o hace dieta, entonces, estamos fuera de su problema, lo desconocemos y en consecuencia, no podemos brindarle ayuda.Debemos entonces convertirnos en agudos observadores, prestar atención a mínimos detalles que pueden ser reveladores, debemos aprender a detectar la bulimia.

No olvidemos que la detección temprana facilita la recuperación.

btt